Bien, a pesar de que considero que toda yo soy absurda, creo que es conveniente destacar etapas especialmente avergonzantes para mí.
Lo hago por puro gusto y porque se que no soy la única que se sonroja al pensar en etapas pasadas de nuestra vida.Ya sabéis, me respaldo en una presupuesta empatía por vuestra parte para no sentirme realmente estúpida.
Y quién sabe, quizá aireando estos secretos mi mente comience a despejarse del colapso que sufre y pueda llegar a convertirme en una
superwoman o quizá hunda mi existencia en un pozo sin fín de vergüenza. Sea como sea:
Hoy:
Etapa "Miedo al gas butano"Edad:
-Desde los 7 años hasta los 11 años más o menos.
Hitos propios en esta etapa que seguro influyeron en mi estupidez:
- (1997 aprox.) Inventar el día Internacional del Pedo (24 de abril) con mi amiga Mari Paz.
- (1997) Hacer de Mel B (La Spice Girl negra) en un baile de fin de curso en la playa de Santa Pola y fliparme.
Hitos del mundo en general que seguro influyeron en mi estupidez:
-(1995) Comienza el mal de las vacas locas, y a prohibirse la exportación de carne de vacuno desde Reino Unido.
-(1996) José María Aznar es investido presidente del Gobierno español.
La historia:Esta obsesión comenzó una apacible tarde de invierno cuando veía en la tele, creo recordar,
La casa de los líos. Por supuesto, este terrible hecho era el presagio de que algo malo, casi tan malo como
la serie de Arturo Fernández estaba a punto de ocurrir.
En un momento dado se oyó un fuerte
¡BOOM! que provenía de la calle. Poco después descubrimos que la explosión venía de un piso del edificio de enfrente, donde se había producidoun escape de gas debido una bombona de butano mal instalada.
He aquí el butanero, o el repartidor de muerte según mi percepción de la época
A raíz de ahí comenzó a forjarse en mi un miedo radical a las bombonas de butano. En casa vigilaba si apagaban el gas después de cocinar o ducharse. También controlaba casas ajenas cuando iba de visita.
Después de cocinar preguntaba a mi madre:
-¿Han apagado el gas?
- Sí. -me repondía.
-¿Seguro? - insistía.
- Que sí, pesá.
Pero no me fiaba y a veces iba a comprobarlo por mí misma. Si no estaba apagado, lo hacía saber inmediatamente, pero por nada del mundo lo apagaba yo sola. No fuera a ser que me explotara a mí.
Quizá lo más ridículo fuera que lo que me daba verdadero terror era el ruido que podría producir tal explosión, más que las consecuencias del fuego y la onda expansiva. Tenía un estupendo mecanismo de defensa. Cuando sospechaba de un escape lo primero que hacía era taparme los oídos. Muy inteligente por mi parte. Tapándome los oídos no oiría una explosión de gas en mi propia casa ni sufriría consecuencia alguna como abrasarme o hacerme pedacicos. Sí señor.
Un momento especialmente bochornoso de mi etapa "miedo al gas butano" se produjo un domingo en el que, después de comer me acerqué a la cocina, ilusa de mi y comencé a escuchar un sonido como -¡fiuuuuuuuuuuuu! que cada vez se hacía más intenso. El pánico se apoderó de mi pensando en que toda mi familia iba a saltar por lo aires y entré al salón tapándome los oidos y gritando:
-¡El butano!, ¡el butaaaaaano!
Mi familia al completo se me quedó mirando pensando: -¡Criaturica!- y mi padre dijo impasible:
-Eso es la cafetera, que ya está lista.
Supongo que a partir de este momento tan humillante empecé a darme cuenta de que debía relajarme y dejar que el gas fluyera tranquilo por las tuberías de mi hogar.
En fín, esa ha sido una de las etapas bochornosas de mi vida que he compartido con vosotros. Prometo que hay más. Muchas más.